El señor Gianluca Setti informa que la Junta Directiva de la IEEE ha aprobado recientemente…
Cómo nos agobian las tecnologías!
No se acaba de superar el agobio con que se habla del uso y el interés de los niños por la tecnología, que ya se empieza a hablar de nuevas tecnologías.
De hecho, hoy en día, de nuevas no tienen nada y, en todo caso, el que hay de nuevo son el alcance y las aplicaciones. Si se piensa en las criaturas, tiene menos sentido hablar de nuevas tecnologías porque para este colectivo no son nuevas, puesto que desde que han nacido las han visto y, por lo tanto, forman parte de su escenario de toda la vida!
Posiblemente ha habido una cierta ingenuidad a pensar que no había que educar para utilizar estos recursos. Es evidente que al principio había un control externo que podía tranquilizar, porque no hacían falta argumentos educativos sino tan sólo económicos: había un coste real del aparato y sobre todo del consumo. Las facturas eran importantes. Esto ya lo frenaba y comportó un cierto relajamiento desde el punto de vista educativo.
Actualmente, pero, la economía ya no es una barrera porque todo está mucho más al alcance. La complejidad del aprendizaje tampoco lo es, puesto que los niños aprende a utilizar la tecnología sin tener que esperar que una persona adulta se lo enseñe: la ley del tanteo y la falta de miedo de echarlo a perder son factores claves para el aprendizaje infantil y adolescente. Incluso se puede contar con ellos porque enseñen a las persones adultas si tienen dificultades.
¿Cuál es la preocupación, pues? ¿El control? ¿Y con qué argumentos? ¿Hay que hablar de riesgos que los niños no ve? ¿En qué programa se tiene que focalizar la educación? ¿O es que no nos damos cuenta que el foco del problema no es la máquina sino la actitud y cómo se usa?
Quizás de manera muy simplista se puede hacer una comparación con el coche. Nadie se plantea pensar que el coche es un problema, sino la manera de conducir: el consumo, la velocidad, el respecto a las señales… La responsabilidad de quien conduce son los ejes del debate, no el coche. Pero hay accidentes y víctimas, y sus familias y amistades los sufren.
Hay que educar, pues, para saber relacionarnos y para saber utilizar la tecnología, para ver como piensan las personas que reciben los mensajes y como la invisibilidad puede comportar falta de compromiso… Es decir, no sólo como víctimas, sino como personas que actúan y se comprometen en la comunicación y el mundo que nos rodea.